Una Tumba en el Aire del escritor Adolfo García Ortega es una de las novelas más trágicas que se han escrito en España en los últimos años.
Se trata de una obra que se lee con el estómago y el corazón encogidos porque sabemos su final. Y aun así y todo no podemos dejar de leer el relato y sentir, por un lado, una profunda y humana solidaridad con las víctimas; y un no menos profundo desprecio hacia los asesinos.
En Una tumba en el aire se narra la vida, el secuestro, las torturas, el asesinato y la desaparición de tres trabajadores inmigrantes gallegos; Humberto Fouz, Fernando Quiroga y Jorge García, en el País Vasco que lo único que deseaban eran una vida mejor, a manos de miembros de la organización terrorista vasca ETA.
En este sentido conviene recordar que en España todavía hay cuatro desaparecidos por ETA, las tres personas protagonistas de esta historia y Eduardo Moreno Bergaretxe, ‘Pertur’, chupado también por miembros de ETA. Pero a nadie –salvo a sus familias- parece importarle.
Una tumba en el aire, que ganó el XII Premio Málaga de Novela en el año 2018, se encuentra al nivel de A Sangre Fría de Truman Capote. No sobra ni una línea ni un párrafo en este fatal relato.
El título del libro está sacada del verso «Cavamos una tumba en el aire para que uno no esté apretado», uno de los fragmentos más famosos del poema ‘Todesfuge’ (Fuga de la muerte) de Paul Celan, aquel poeta nacido en el Reino de Rumanía que escribía en alemán y que sobrevivió a los campos de exterminio nazi.
De la lectura de Una tumba en el aire de Adolfo García Ortega se extraen dos conclusiones:
Una. Que aunque se ha dicho que el secuestro, tortura, asesinato y desaparición de Humberto Fouz, Fernando Quiroga y Jorge García, fue un error, no es cierto. Fue un acto de pura venganza, encabezado por Tomás Pérez Revilla, ‘Hueso’, un tipo al que cualquier psiquiatra hubiese calificado de paranoico depresivo, y secundado por la plana mayor de ETA en aquel momento: Txikia, Mamarru, Ezkerra y Peixoto, entre otros, con la colaboración necesaria de Telesforo Monzón (toda una metáfora del PNV).
No los mataron por ser presuntos policías, o chivatos, sino por ser españoles. Ya lo dice ‘Casero, uno de los particiapantes en el martirio de los tres gallegos, en el desenlace de la novela, cuando un compañero, que le ha ayudado a hacer desaparecer los cadáveres, le pregunta si los tres muertos eran ‘txakurras’ (policías en el argot de los terroristas) o no eran ‘txakurras’. «Ni siquiera me importa», responde. «Eran españoles, ¿no? Pues lo mismo da».
Dos. Que las familias de los tres gallegos martirizados no tomaron venganza. Sólo esperan, todavía, justicia y podeer recuperar los restos de sus seres queridos.
Coda final: ETA fue, y lo es en lo que pueda quedar, un nido de víboras que si podían se mataban entre ellos -o bien directamente o bien por intermediarios-, como queda de manifiesto en la muerte, a manos de la policía, de Eustaquio Mendizabal, ‘Txikia’, máximo líder en el año 1973 de lo organización criminal.
En definitiva, Una tumba en el aire de Adolfo García Ortega se muestra como uno de los títulos mayores contra el terrorismo de ETA, y como escribe el autor en la dedicatoria; «Los hechos aquí narrados son reales. Tuvieron lugar en la primavera de 1973. Esta novela está inspirada en tales hechos. No víctimas ni asesinos merecen el olvido»
I. Letrado
Editorial: Galaxia Gutenberg Páginas: 336 Año: 2019 |