El profesor de filosofía Eduardo Infante ha publicado ‘No me tapes el sol’, que lleva el explicativo subtítulo de ‘Cómo ser un cínico de los buenos’.
Eduardo Infante, quien alcanzó un cierto éxito (siempre relativo con esto de libros de divulgación filosófica) con su anterior libro ‘Filosofía en la calle’, ha escrito un libro que no es un estudio filosófico del cinismo antiguo, ni tampoco una historia de ese grupo de filósofos que comenzó en el siglo IV a.C. en la Atenas clásica y cuya influencia, sobre todo en la literatura satírica, se puede rastrear hasta el Renacimiento, ni mucho menos, una biografía de los cínicos más destacados –eso ya lo hizo Diógenes Laercio.
Es, antes que nada, creo, una suerte de panfleto, de llamada a un comportamiento cínico, tal y como lo entendían Antístenes, Diógenes, Crates, Metrocles e Hiparquia.
Más que a lo cínicos, que nunca fueron más que un grupo disperso de individuos con algunos puntos filosóficos en común, el libro está dedicado a la figura de Diógenes, la figura más perra de todos los que siguieron esa corriente de pensamiento práctico, y que fue el protagonista de la famosa anécdota que da título al libro cuando le respondió a Alejandro Magno qué es lo que podría hacer por él (por cierto, esta anécdota, como casi todas las protagonizadas por Diógenes, es más falsa que una moneda de tres euros).
Como buen demagogo (y acoso polemista) Eduardo Infante cuenta muchas cosas de los cínicos y oculta otras, aquellas que le van peor a su llamado a la movilización. Pero se supone que en un libro como este, eso va de suyo –por ejemplo, y para que nadie diga que tiro la piedra escondo la mano, la ausencia del rey persa Ciro, que los cínicos, sobre todo Antístenes, el fundador de esta corriente filosófica, consideraba un modelo, al igual que Heracles (al que se conoce más por su nombre latino; Hércules).
Pero que Eduardo Infante haya escogido a los cínicos como ejemplo de comportamiento social no es de extrañar, ya que los cínicos, al menos a nivel ético, practicaban un feroz individualismo y un libertarismo que harían las delicias de cualquier anarcocapitalista.
Para ir acabando, una cita de autoridad, extraída de ‘La secta del perro’ del Carlos García Gual: «La subversivas proclamas de los cínicos son demasiado generales para tener efectos reales o revolucionarios.»
Aunque Eduardo Infante intenta salvar la figura de los cínicos clásicos de los actuales, lo cierto es que tanto los antiguos como los actuales se comportaban de igual manera; esto es, como cínicos, o si se quiere, como posmodernos, que es al fin y al cabo lo que es este tipo de personas.
Este no es el sitio,, ni el momento, ni tengo ganas, de hacer una crítica filosófica al pensamiento cínico (si es que hubo tal cosa), y lo que sí se puede decir es que si estás interesado en iniciarte en quienes fueron aquellos individuos este es un libro que bien puede cumplir su función –y bajo ninguna causa lleves a la práctica los consejos que Eduardo Infante da para ser un cínico de los buenos, que dice, pues puedes acabar haciendo el ridículo de mala manera.
El que avisa no es treaidor.
Valeee.
I. Letrado
Editorial: Ariel Páginas: 237 Año: 2021 |