El filósofo español Jorge Freire, que ha sido incluido, a juicio de quienes saben de esto, o dicen saber, entre los diez filósofos cuyas reflexiones marcarán el pensamiento y los debates de las próximas décadas, acaba de editar ‘La banalidad del bien’.
Es preciso desde ya, aclarar una cuestión de orden, por así decir, ya que este título puede dar lugar a engaños y hacer pensar que hacer el bien es algo trivial, insustancial o de poco interés o trascendencia, que así es como define la Rae el adjetivo banal. Y no.
Lo que denuncia, porque es una denuncia, a la par que una reflexión, Jorge Freire es la banalización del bien, y de cuyas manifestaciones más evidentes es el llamado ‘exhibicionismo moral (moral grandstanding). Y es que para nuestro filósofo, y no sin razón, «el exhibicionismo moral se impone a las buenas acciones».
En su nuevo libro Jorge Freire realiza una reivindicación muy sugestiva en el plano de la ética. Hay de olvidar los valores y reivindicar las virtudes. Y es que las primeras tienen ese aire de cotización en la bolsa, donde los valores suben y bajan, que no sé qué.
Tienes que empezar a preocuparte por tus virtudes cuando ves que las empresas que más contaminan del mundo ahora se vistan como puntas de lanza de la preocupación medioambiental. Y no quiero señalar a nadie.
(Si, ya sé que estás pensado que ‘banalidad del bien’ remite al concepto filosófico más famoso del siglo XX, la ‘banalidad del mal’, que acuño la filósofa Hanna Arendt al referirse a la actitud moral, tan kantiana según Michel Onfray, del jerarca nazi Adolf Eichmann).
Para (re)afirmar sus posiciones, como las reivindicaciones que hace del honor, de la honra, de la meritocracia, por ejemplo, Jorge Freire remite a una cantidad innumerable de autores, ya sean clásicos, ya sean modernos, ya se hayan expresado en sesudos tratados o en las más livianas, por así decir, columnas periodísticas o en un simple tuit.
A Jorge Freire hay que agradecerlo que siga la máxima de Ortega y Gasset, esa que dice que la claridad es la cortesía del filósofo. Y es que a este madrileño de 1985 se le entiende todo y se le entiende bien.
Algunas de sus aportaciones más interesantes son la distinción entre revolución y precesión, por la que apuesta decididamente; o la de la vigilancia panóptica frente a la sinóptica, que es mucho más peligrosa, y aquí pone el preclaro ejemplo de los chivatos de ETA.
En todo caso, ‘La banalidad del bien’, que tiene a muy bien utilizar un buen número de metáforas taurinas, lo que viene a ser una reivindicación de ese arte, es un libro de filosofía que se lee con mucho gusto, vamos que no es un sufrimiento pseudo-hedeggeriano.
Vale.
Editorial: Páginas de Espuma Páginas: 168 Año: 2023 |