En el año 1952 el escritor francés Robert Merle lanzó ‘La muerte es mi oficio’, una novela donde se narra la vida de Rudolf Lang, alter ego novelesco de Rudolf Höss, quien fue el primer comandante de Auschwitz- Birkenau y el encargado de afinar la maquinaria de muerte (hornos crematorios) que acabaría con la vida de millones de judíos.
Fue un éxito casi instantáneo y una de las primeras novelas en torno a la temática concentracionaria en la Alemania nazi.
En España hemos tenido que esperar setenta años (¡70 años!) para ver publicada por primera vez este relato. Pero más vale tarde que nunca.
Rudolf Höss fue el responsable directo en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau de la muerte de cerca de tres millones de personas sólo con las técnicas implantadas por él.
Y lo hizo sin ningún remordimiento, sólo porque era una orden de su jefe Himmler y por lo tanto era su deber hace su trabajo bien. Más aún, muy bien.
En ¡’ La muerte es mi oficio’ Robert Merle narra la vida y obra de Rudolf Lang/ Rudolf Höss desde su infancia, presidida por un padre autoritario, hasta su condena a muerte por los crímenes cometidos pasando por su etapa militar, su trabajo como peón en una empresa de puertas así como su filiación al partido nazi.
Hay en esta muy recomendable novela dos momentos que ponen de manifiesto la personalidad de Rudolf Lang/ Rudolf Höss.
La primera es cuando saca adelante una granja en un terreno inhóspito junto a su esposa, con la que se ha casado obligado por una orden, y donde llega a degradarse hasta la condición de animal, donde sus deseos sólo son las órdenes recibidas..
La segunda es, claro, su trabajo en Auschwitz-Birkenau. Un tipo temible en su simplicidad moral.
Esta novela tiene una pequeña paradoja histórica: esta novela de Robert Merle ejemplifica como pocas la famosísima tesis de «la banalidad del mal» de Hannah Arendt, pues la filósofa alemana puso en circulación esa idea en 1963 en su libro ‘Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal’, mientras que el autor francés escribió su obra en 1952.
Es una lástima que en esta edición de la editorial Sexto Piso no hayan incluido el prefacio que el propio Robert Merle escribió para la reedición de su novela en 1972.
Pero aquí traigo un breve extracto del mismo:
«Prefiero pensar, por mi parte, que todo se vuelve posible en una sociedad cuyas acciones ya no están controladas por la opinión popular. A partir de entonces, el asesinato bien puede parecerle la solución más rápida a sus problemas. Lo que es espantoso, y nos da una triste opinión de la especie humana, es que, para llevar a cabo sus propósitos, una sociedad de este tipo encuentra invariablemente los celosos instrumentos de sus crímenes. Es uno de esos hombres que quería describir en La Mort est mon Métier. No se equivoquen: Rudolf Lang no era un sádico. El sadismo floreció en los campos de exterminio, pero en un nivel más bajo. Más arriba requería un equipo psíquico muy diferente. Bajo el nazismo hubo cientos, miles, de Rudolf Lang, moral dentro de la inmoralidad, concienzudos sin conciencia, pequeños ejecutivos cuya seriedad y “méritos” los llevaron a los más altos cargos. Todo lo que Rudolf hizo, no lo hizo por malicia, sino en nombre del imperativo categórico, por fidelidad al líder, por sumisión al orden, por respeto al Estado. En una palabra, como hombre de deber: y es precisamente en eso en lo que es monstruoso».
‘La muerte es mi oficio’ de Robert Merle es un libro que los interesados en el tema concentracionario deben leer y los que no también, porque, además, está escrito con una claridad digna de encomio.
Vale.
I. Letrado
Editorial: Sexto Piso Páginas: 323 Año: 2021 Traducción: Ernesto Kavi |