“‘Giant Stpes’, de John Coltrane es (…) un equivalente sónico a la curvatura del tejido espacio-temporal concebida por Einstein”. ¿Qué, cómo se les han quedado los ojos cuando han leído esto? Casi seguro, que como platos.
Quien escribe eso es el físico y saxofonista de jazz Stephon Alexander del que se ha editado este ‘El jazz de la física’, un libro en el que este especialista en física cuántica intenta unir las dos pasiones a las que se dedica.
No es tarea fácil, a pesar del tesón didáctico del autor; ya que ante un libro de física o matemáticas, tan llenos de ecuaciones, salimos huyendo de él. Sin embargo, a Alexander no le dan miedo las ecuaciones. Su enfoque, más bien, es sumergir al lector en ellas, y explicárselas paso a paso. Y merece la pena sumergirse con él aunque no se le entienda –casi- nada (esto nos pasa a muchos por ser de letras puras, pero tampoco a Hegel se le entiende y ahí está el hombre).
No obstante hay una forma de entrar en ‘El jazz de la física’, título verdaderamente pegadizo: de leerlo como una metáfora para entender el pensamiento científico.
Un ejemplo del libro de Stephon Alexander: Imaginese dos peces que hablan entre sí en un río, cerca del precipicio de una cascada. Sus mensajes viajan a la velocidad del sonido en el agua, lo que no está mal para el espeso discurso que podemos esperar de esa especie acuática. El pez más afortunado se queda varado entre las raíces de un nenúfar, mientras el otro deriva de manera fatal hacia la cascada. Pese a ello pueden seguir hablando sin problemas; la voz del pez varado viaja ayudada por la corriente, y la del pez condenado viaja contra corriente y tarda más en llegar a su interlocutor, pero la charla sigue.
De pronto, en el mismo momento en que el segundo pez cruza el borde del precipicio, la situación cambia radicalmente. El pez que cae por la cascada sigue recibiendo el sonido del otro, pero sus gritos de auxilio ya no llegan a su interlocutor. La velocidad con que el agua cae por la cascada es mayor que la del sonido, y el pobre pez ha desaparecido de su mundo a todos los efectos.
Cambiando el sonido por la luz, esta pequeña historia es la metáfora perfecta de un agujero negro, el objeto más exótico y enigmático que ha descubierto la ciencia. El borde de la cascada representa el ‘horizonte de sucesos’ del agujero negro, la frontera a partir de la que cualquier cosa, pez o astronauta, materia o energía, cae con tal velocidad hacia la atracción gravitatoria fatal del agujero negro que no puede escapar de él. Ni siquiera la luz puede escapar, de ahí que se llame negro.
Como ha escrito alguien por ahí, para los interesados en la física y el jazz este ‘El jazz de la física’ ejerce la atracción gravitatoria de un agujero negro y hace volar la mente por los confines del cosmos.
Merece la pena atarse el cinturón de seguridad y acompañar a Stephon Alexander en este viaje que propone con su ‘El jazz de la física’.
Q.E.D.
Editorial: Tusquets Editores. Colección Metatemas Páginas: 280 Año: 2018 |